“Nadie nace aprendido”
Por: Hernán Orlando Barrios Montes *
“Nadie nace aprendido”, es un proverbio que hemos escuchado toda la vida, pero creemos
que ha pasado de agache esta tremenda enseñanza popular, que de ser aplicado en su justa medida, daría unos
resultados bastante halagadores en la formación del ser humano; ¿pero quienes
están obligados, en primer lugar, a practicar el refrán al que nos hemos
referido? Indudablemente, los que están en primera fila para cumplir esa
responsabilidad, son los que han decidido traer hijos a este mundo, que cada
día, se ha vuelto más violento y riesgoso; esa es una tarea obligada de mamá y
papá, en darles a sus hijos, que no pidieron y ni decidieron ser engendrados, la
debida educación desde el nacimiento y los elementos básicos del conocimiento,
que después serán fortalecidos por los maestros, ocupando el papel de segundos
padres.
Nada es más bello en la
existencia del ser humano, que ser padres, por múltiples argumentos, que en
este espacio no vamos extendernos; pero por ejemplo, ser mamá y papá, es tan
edificante, significativo y enaltecedor en las personas, que los hijos nos dan
la oportunidad de prolongar nuestras vidas,
en el hilo de su coexistencia; los retoños, también le ofrecen a sus
progenitores vitalidad, esperanzas y motivos para encontrarle sentido a sus
propósitos de lucha; los hijos son los eslabones que unen al hombre y la mujer,
pero además son la base para la creación
de la familia, fundamento de la sociedad
y el origen del Estado; ¿entonces que ha pasado con esa célula de la
organización social, que ha perdido el rumbo de su misión y en muchos casos no
produce los frutos a los que está llamada cosechar?
Para responder un poco, el
interrogante último que hemos planteado, podemos decir que con familia, el ser
humano y otras creaciones de la invención del hombre y la mujer, las tomamos
como hechos naturales y no de tipo cultural como en realidad son estos
fenómenos sociales; es decir, la familia
y el ser humano como tal, no están hechos en la naturaleza, sino que son
iniciativas exclusivas de la enorme capacidad de transformación que distingue a
la especie humana; en esa evolución que
requieren los individuos desde el momento que nacen, de pasar de seres
biológicos a la categoría de Seres Humanos, es donde entra a jugar un papel de “Alto
Turmequé”, mamá y papá, en la construcción de hombres o mujeres con atributos
de verdadera dignidad humana.
Infortunadamente, en las familias
se ha descuidado demasiado la educación y la autoridad, entendida esta como
ayudar a crecer, que los padres deben fomentar, en todo momento, en sus
muchachos; pero además se han confundido, los roles que deben desempeñar cada
uno de los progenitores; se olvida o no se pone en práctica, que la madre ha
sido la más grande administradora en toda la historia de la humanidad; que ella
es la fuente de la ternura, de la seguridad, refugio de los tormentos y las tribulaciones;
pero además es la mamá es el regazo de
toda la familia y la primera en reconocer a sus hijos; por ello el mejor regalo
que un padre le puede dar a sus hijos, es que quieran mucho a su mamá, razón
suficiente para que las mujeres cumplan a cabalidad, la función o el rol de ser verdaderas madres, ya que es clave
en la crianza de sus hijos.
Por otro lado la presencia de la
figura del padre en la familia, es determinante en la constitución de la
personalidad de los que están en proceso de formación ; el papá no es muy bueno
para las caricias a sus hijos, pero es el que más confianza y sentimientos
definidos genera frente a ellos; el padre marca los tiempos familiares, el
respeto y define los roles sexuales en sus hijos y como si fuera poco, es él el que abre los ojos a la acción social de sus descendientes; tamaña
responsabilidad la que corresponde a los papás en el seno de su hogar en la
conducción de los muchachos, pero con frecuencia constatamos a diario que esa
relevante función está pasando de moda, con lo cual se origina un grave daño a
las personas en su formación y en la
crianza de las mismas.
Saludable sería para la sociedad y
para el ser humano, unir armoniosamente
el rol del padre y con la función de la madre, que hasta jugar juntos con sus
niños o jóvenes, sería más estimulante que cualquier regalo físico, porque se
estaría aplicando el principio de “Mente
Sana en Cuerpo Sano”.